Le di más de una vuelta por si traducir este artículo o no, al final pensé que si lo explica un hombre queda bien la perspectiva. Es interesante esta lectura por la posición de quién la escribe.
Cotton Ceiling. "Pollas femeninas, el techo de algodón y la guerra cultural contra lesbianas y mujeres." https://medium.com/@mirandayardley/girl-dick-the-cotton-ceiling-and-the-cultural-war-on-lesbians-and-women-c323b4789368
Debería existir un lugar donde las malas ideas van a morir, y la primera idea a ser enviada allí en primera clase y un viaje express hasta las profundidades abisales debe ser lo que coloquialmente se conoce como "el techo de algodón".
El techo de algodón, acuñado por un hombre "lesbiano" pornógrafo, se refiere a la barrera que enfrentan los hombres autopercibidos mujeres cuando se le niega el acceso sexual con lesbianas.
¿Sorprendido? Sigue leyendo.
Estás a punto de quedarte atónito cuando conozca la apropiación de las vidas, de miedo y cultura de las mujeres por parte de la forma de homofobia que está más de moda hoy en día. Se trata de un ataque a la autonomía sexual y corporal de todas las mujeres y especialmente de las lesbianas, y no solo está rubricado por las organizaciones que se supone deben defender los derechos de las lesbianas y los gays, sino que de manera positiva se celebra tanto que detrás de estas organizaciones ya no están los intereses de lesbianas y gays. La cuestión es ahora la cuenta bancaria.
Nos puede dar una idea de cuán devastador se ha vuelto el debate transgenerista en las políticas y organizaciones LGB&T que quien escribe este artículo es un transexual. No obstante, estoy en una posición singular para poder escribir este artículo, ya que soy un hombre que 'vive como una mujer', sea lo que sea que eso signifique, y puedo ver exactamente cómo piensan demasiados activistas por los derechos de las personas transgénero. Y como sabe cualquiera que haya participado alguna vez en las redes sociales, cualquier crítica al transgenerismo, que todos tenemos derecho a aceptar, criticar y rechazar, cualquier desviación del mantra lavacerebros 'las mujeres trans son mujeres', se enfrenta con reportes a nuestros jefes, amenazas de violencia física y amenazas de violación y muerte. Esta es una forma ferozmente nociva de activismo por los derechos sexuales de los hombres que han conseguido reinventarse y reencuadrarse como un movimiento de derechos civiles.
El marco de cualquier discusión o debate es muy importante, y el lenguaje político a menudo se utiliza para replantear las amenazas como inofensivas, o para vendernos ideas que por regla general jamás aceptaríamos. A veces, aunque la única manera de explorar y que realmente comprendan algo es alejarse de cualquier pretensión postestructuralista subjetiva y abandonar la tenue iluminación del lenguaje político que a conciencia nos han enseñado volviendo a la buena y pasada de moda de descripciones precisas y objetivas: así todos los pronombres y referencia al sexo dentro de mis escritos deben estar implícitos en el sexo real para la vida real, y los hombres serán referidos como tales, incluso cuando LARP 24/7 (LARP = Live Action Role Playing = interpretación de roles 24h, 7 días a la semana como) como la idea de un hombre de lo que es ser una mujer. No podemos hablar razonablemente sobre la sexualidad y la orientación sexual a menos que seamos capaces de identificar correctamente el sexo, y ser coherente con el sexo también me permitirá distanciarme de la reformulación transgenerista de la naturaleza intrínsecamente excluyente de la orientación sexual como actos de intolerancia y odio, pues no lo es: tenemos permitido fijar nuestros límites personales, íntimos y sexuales y rechazar las relaciones sexuales y románticas sin tener que justificarlas. La idea homofóbica y antilesbiana (lesbófoba) que se había enclavado en el seno del transgenerismo tiene, por supuesto, un nombre: el techo de algodón. Wikipedia define el techo de algodón como "... la dificultad que experimentan los hombres autopercibidos como mujeres a la hora de establecer relaciones con lesbianas y gays, y en los espacios sociales de lesbianas y gays en líneas generales."
Es preciso deconstruir con cuidado esta cuestión, en particular, la base de la exclusión es tremendamente importante: los intentos de reformular la exclusión como 'odio transfóbico' basado en que la exclusión es 'porqué son trans' es el argumento más común, sin embargo, el fin real lo reveló claramente Julia Serano al escribir en 2014 en The Daily Beast ' The Struggle to Find Trans Love in San Francisco (La lucha por encontrar amor trans en San Francisco https://thedailybeast.com/the-struggle-to-find-trans-love-in-san-francisco )", que es una obra maestra en el moderno sentido de realizar magias por la que ahora es imposible hablar de nuestra orientación sexual en función del sexo sin que nos acusen de intolerantes o algo peor. La obra incluso se presenta con el subtitulado: "para una mujer trans, buscar una cita dentro de la comunidad lesbiana de San Francisco resultó más difícil de lo previsto.”
Así, al redefinir a Serano como una mujer, demonizó ipso facto a esas jodidas malévolas lesbianas y él se pinta como una inocente víctima de una injusta negativa discriminación.
Lo que hace Serano es reformular su dificultad para encontrar una mujer homosexual que tenga sexo con él como un síntoma de opresión sistemática y estructural. Aquí, él, el hombre en busca de una relación sexual con una mujer homosexual, es extrañamente reformulado como la víctima: "Si fueran un minúsculas porcentaje de lesbianas cis las que no estuvieran interesadas en absoluto en las mujeres trans, lo consideraría una mera cuestión de preferencia personal y ya. Pero esto, sin embargo, no es un problema menor — es sistémico; es un imperante sentimiento en las comunidades de mujeres queer. Y si la abrumadora mayoría de lesbianas cis salen y follan con mujeres cis pero no están receptivas a la idea de salir o follar con mujeres trans, o incluso les repugna, ¿cómo no va a ser?”.
Claro que sí, esto sólo funciona si percibimos a Serano como una mujer desamparada y no un hombre cuya idea de “mujer” no es otra cosa que un objeto sexual, como explica Serano en este pasaje autobiográfico de Whipping Girl: "Cuando llegué a la pubertad, mi recién encontrada atracción por las mujeres se sumergió en mis sueños de convertirme en una chica. Para mí, la sexualidad se convirtió en una extraña combinación de celos, autodesprecio y lujuria. Porque cuando aíslas a un adolescente que se identifica transgénero influenciable y lo bombardeas con fabulosos anuncios que ponen al descubierto a mujeres en bikini y a chavales teniendo charlas de machotes sobre las tetas y el culo de una y de otra, entonces aprenderá a convertir su identidad de género en fetichismo… Mi mente de 13 años había empezado a concatenar escenarios de libros de sadomasoquismo. La mayoría de mis fantasías empezaban con mi abducción: me convertiría en la arcilla en manos de algún hombre retorcido que me convertiría en mujer”.
Dentro del mundo del transgenerismo, el elefante en la habitación que nadie quiere reconocer es la influencia del sexo; para los de afuera, esto es claro como el agua, y si chapuceas en trans-Twitter o los tablones de 4Chan (¿4Tran…?) que muestran obsesión con el anime y una conceptualización de la “mujer”, y por supuesto de “lesbiana”, influido por la pornografía. La fantasía del hombre de ser el espectador de dos (o más) mujeres que tienen relaciones sexuales evolucionado cuando se introduce en la escena al hombre excitado que a golpe de identidad se ha vuelto “lesbiana”, y este es el fantástico escenario al que aspira el “transfemenino”: la aceptación como mujer en el nivel más fundamental, una mujer que está sexualmente orientada solo hacia las mujeres. Este es el desafío que desean abrir, éste es el jefe de final de nivel.
A nadie debería sorprenderle que “techo de algodón” haya sido acuñado por un actor porno que se autopercibe mujer, Drew DeVeaux, en 2012, y que el término aluda a la estructura sistémica de poder que se ha usado para mantener a las mujeres en su posición, el “techo de cristal”. Tampoco debería sorprender, puesto que la pornografía es una industria dirigida por y para hombres, que otros actores porno transfemeninos hayan reprochado a sus colegas lesbianas por no querer "actuar" con un individuo con cuerpo de varón y genitales funcionales.
Al escribir ' Why I Went to War (Por qué fui a la guerra)', en 2014, Lily Cade relató un intento de intimidación por parte del actor porno que se percibe como mujer Chelsea Poe. Chelsea Poe: “Chelsea Poe, un hombre transfemenino (aún) no operado (o sea, un ser humano con pene y testículos) me pidió que lo incluyera en mi porno lésbico. Dije no y me acusó de transfobia… Lo que Chelsea me estaba pidiendo era que gastara mi capital, mi energía, la confianza de mis fans lograda a lo largo de seis años en el porno para luchar por su causa: su causa consistente en demostrar que es atractivo. Chelsea me pidió que le diera curro en mis películas… Chelsea exigía que en nombre de la “igualdad” le diera un papel y pagara para que alguien se lo follara y así él poder ondear su rabo en la cara de mis fans lesbianas para demostrar que debían dejar de ser intolerantes o no sé qué y aceptar que él está buenorro”.
Autostraddle, publicado en 2013 “Getting with girls like us: a radical guide to dating trans women for cis women” (Saliendo con chicas como nosotras: una guía radical para salir con mujeres trans, dedicada a mujeres cis): “se refirió a mí como “transfemenino”, y no como “mujer”. Que estás cenando: también es una mujer cis quedando como gilipollas. Y más allá de eso, esta clase de cissexismo ignorante se interpone y nos impide acercarnos y divertirnos juntas… Si los genitales son la única razón para que te guste alguien, yo sí creo que vale la pena pensarlo detenidamente.” Y justo cuando piensas que no hay manera de que la cosa empeore, lo hace: “Con anterioridad había escrito sobre la marginación que he experimentado como un transfemenino que busca quedar en la comunidad de mujeres queer. Bien, quiero insistir en que nadie está obligado a tocar el pene femenino si ellas no están en eso. Sin embargo, también es importante recalcar:
1) No todas los transfemeninos tienen pene.
2) No contamos con los medios para distinguir entre los transfemeninos y las mujeres cis.
Las implicaciones de ambos puntos es que afirmaciones como “Me atraen las mujeres cis pero no los transfemeninos” simplemente no tienen sentido y están arraigadas en el prejuicio social”.
Toda insinuación de que esto está dirigido a los hombres así como las mujeres es engañoso: Autostraddle y Everyday Feminism (que distribuyó el artículo) son website dirigidas a mujeres, y está claro que el artículo está orientado sexualmente a las mujeres. P
or lo que el artículo se propone argumentar en contra de cualquier objeción de que una mujer pudiera salir en plan cita con un miembro del otro sexo. Piensa en lo que esto significa: hace cinco años, las revistas online para mujeres decían que las lesbianas debían entregar su cuerpo a hombres que decían identificarse como mujeres. (Un excelente ejemplo de luz de gas (gaslighting) y manipulación franca y directa que ahora emplean los activistas se adaptó en un artículo de Femonade, “The Cotton Ceiling? Really?” (¿Techo de algodón? ¿sí?).
Nos encontramos en un mundo distópico en el que no podemos hablar de sexo, orientación sexual o siquiera nombrar la relación de estos en relación con el pequeño grupo de perpetradores del acoso y violencia sexual y de otro tipo contra mujeres y niñas. Imagínate lo que significa para todos que nuestros medios de noticias e información y nuestros canales de discusión hacen imposible que tengamos una charla profunda sobre estos asuntos.
¿A dónde vamos a parar? Si has estado siguiendo este debate desde sus orígenes, será evidente que no ha cambiado nada salvo que esta homofobia sin salida al sexo se ha vuelto, sin rodeos, corriente principal con una lista tan larga como tu brazo (de ¡hombres!) que intentan hacerte sentir culpable por tu orientación sexual. Y debido a la forma en que nuestro uso del lenguaje ahora se impone, con Facebook y Twitter suspendiendo incluso cancelado a quienes rechazamos someterse al integrismo del transgenerismo, y a que servicios de Automatic, Inc. censura información de los posts de blogs en WordPress, ya que nos movemos en un mundo distópico en el que no podemos hablar de sexo, orientación sexual o siquiera nombrar la relación de estos en relación con el pequeño grupo de perpetradores del acoso y violencia sexual y de otro tipo contra mujeres y niñas.
Por chistoso y ridículo que parezca que Zinnia Jones hable de su “polla femenina”, que Riley Dennis insinúe que es “cissexista” sentirse atraído sólo por gente con determinado tipo de genitales y tus preferencias sobre con quién quedar son actos de odio, o que Roz Kaveney alegue que “los rabos de los transfemeninos no son penes”, no te dejes engañar por la profundamente enraizada homofobia de lo que ocupa el núcleo de lo que intentan hacer estos hombres, que consiste en neutralizar que las mujeres pongan sus propios límites íntimos y sexuales.
Por supuesto, nada nuevo bajo el sol que los hombres heterosexuales traten de hacer esto: ahora la diferencia es que se está haciendo bajo el estandarte del progresismo y en nombre de los derechos civiles. A menudo, los que están metidos en esto dicen que hay un factor generacional en juego, que “la gente joven entiende lo que significa transgénero” y que todos los demás no somos más que unos viejos dinosaurios con el rollo de nuestros límites personales y nuestras orientaciones sexuales.
Se trata, sin embargo, de una cortina de humo para ocultar, a decir verdad, que por años ha habido organizaciones infiltrándose en nuestras escuelas, agrupaciones juveniles y en la cultura para directamente atacar la protección basada en el sexo de los jóvenes e inculcar que el sexo es algo que existe en nuestra cabeza y no una realidad física. Si uno mira a nuestros grupos de apoyo a lesbianas y gays, se te perdonaría si creyeras que ninguno de estos problemas existe.
Aquí en Reino Unido tenemos en Ruth Hunt, de la organización Stonewall, y Linda Riley, de la revista Diva, dos mujeres dispuestas a aceptar la integridad de lo que significa ser una hembra humana homosexual, una lesbiana, y estas mujeres, que de hecho son lesbianas, han insertado al marco de sus competencias a la clase de gente a la que el lesbianismo excluye, los hombres, y han torcido los objetivos de su organización para prácticamente centrarse en los intereses amorosos del hombre heterosexual.
En Stonewall, el documento preguntas y respuestas “The truth about trans” (La verdad sobre lo trans), encasilla cuidadosamente hasta qué punto están dispuestos a llegar Hunt y Stonewall para eliminar la realidad material de lo que es ser una mujer homosexual: "Bien, ¿podría una lesbiana tener como pareja a un hombre transfemenino, o un hombre gay estar con una mujer transmaculino?’ “Claro que sí. si se les antoja. Ante todo tenemos que reconocer que los transfemeninos son mujeres y las transmaculinos son hombres. Después de eso, se trata de un asunto de quién te atrae. Los adultos son libres de tener con otros adultos que consienten, sea cual sea su orientación sexual o identidad de género.”
Linda Riley, de Diva, no quiere discutir con mujeres homosexuales sobre si los hombres pueden llamarse lesbianas. en lugar de doblar sus apuestas reformulando su deseo de validar a hombres heterosexuales como lesbianas, lo replantea para presentarlo como nada menos que incitación al odio: "Me niego a cambiar mis puntos de vista sobre la Inclusividad Trans en @/DIVAmagazine, y cuando te conocí lo deje muy claro. Para explicarlo con claridad: DIVA no imprimirá ni publicará posturas que nos parezca que incitan al odio contra la comunidad trans.”
Esta flagrante negligencia de Hunt y Riley, tiene componente clave, claro está, con el dinero: el complejo empresarial de la diversidad y la inclusión ofrece buena retribución a las organizaciones que les complace la promoción del mensaje de que la gente debería dejar de pensar por sí misma y entregar su control sobre sus límites personales.
Entonces tenemos que las mismas organizaciones que deberían estar combatiendo la devastación de la cultura lesbiana y gay, que con la etiqueta de “queer” ha visto su fuerza política diluirse a una trascendencia homeopática, se han vuelto, en cambio, cheerleaders de los pobres, tristes, sexualmente oprimidos hombres heterosexuales y no quieren desafiar las dañinas prácticas culturales que afectan a nuestros jóvenes lesbianas y gays, ya que se considera “progresista”.
Sólo en Reino Unido, entre 2017 y 2018, 1,806 chiquillas fueron remitidas al Servicio de Identidad de Género de la Clínica Tavistock en busca de tratamiento hormonal y otras intervenciones para convertirlas en “hombres”.
No existimos en un vacío, y sin embargo, los intentos de investigar las causas de este fenómeno se han enfrentado a ataques de activistas, creándose un ambiente insostenible para los científicos interesados en investigar este fenómeno.
El paper de Lisa Littman "Rapid-onset gender dysphoria in adolescents and young adults: A study of parental reports (Disforia de género de veloz aparición en adolescentes y adultos jóvenes. Estudio de informes parentales)" ha investigado un cambio de tónica en el patrón y la constitución de los menores que se presentaban con disforia de género: 82.8% (212) de los 256 menores en el estudio eran niñas. Por supuesto, quienes se quejaron del estudio eran hombres: para esos activistas, las niñas que se ven afectadas por esto no tiene importancia.
Arielle Scarcella, figura lesbiana de youtube, ha gastado nueve años produciendo videos para su canal y en su trabajo siempre ha incluido las vidas y perspectivas de los transfemeninos. Los transactivistas deberían estarle agradecidos a esta aliada por su honesto apoyo y alianza, al fin y al cabo no debe nada al transgenerismo. En cambio, ha sido objeto de ataques y abusos por todos los sectores del transactivismo. Arielle siempre ha hablado de la inclusión de los “transfemeninos” en su comunidad y ve del daño que está haciéndole esta nueva comunidad legítima culturalmente de coerción sexual.
En “Dear trans women, stop pushing ‘girl dick’ on lesbians” (Queridos transfemeninos: dejen de presionar a las lesbianas con el “pene femenino)", ha observado: "Están diciéndole a las adolescentes lesbianas que su orientación sexual es intolerante — Es hora de que los transactivistas dejen de coaccionar con el ‘pene femenino’. Decir que se trata de ‘preferencias’ genitales es un mal uso de las palabras.”
Esto es la antítesis de la libertad: esta es una nueva forma de fascismo mediante la coacción económica que ha sido astutamente disfrazado como un movimiento de derechos civiles. Las víctimas de esta nueva religión claro está son mujeres: la cultura lesbiana se ha diezmado como bares de lesbianas rebautizados como “queer” para ser más “inclusivos”, que en este contexto significa “con menos probabilidad de recibir ataques de transactivistas denunciando discriminación.”
Grupos, organizaciones e incluso festivales que son sólo para mujeres están obligados, por amenazas directas a la financiación, a aceptar la “autoidentificación” como el pasaporte a esos espacios, más que como un conjunto de características físicas y una vida repleta de experiencias viviendo las resultantes consecuencias personales e íntimas. Esto es la antítesis de la libertad: esta es una nueva forma de fascismo mediante la coacción económica que ha sido astutamente disfrazado como un movimiento de derechos civiles. Si el transgenerismo puede describirse como revolución, es tiempo de la contrarrevolución. Preparémonos para el contragolpe.
Fue publicado el 5 de diciembre de 2018 en AfterEllen/com. Lo que le sigue en el artículo son capturas de comentarios de todo tipo que recibió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario