sábado, 11 de junio de 2022

The Cotton Ceiling: One woman's story / El techo de algodón: historia de una mujer. Por Sue Donym.

Todo aquello que se camufla bajo la marca derechos humanos de la ideología de género o transgenerismo, como guste llamarlo. 

El siguiente artículo me ha cautivado, quizá debido a que en todo momento he sido una térfida del copón, aunque me da que hay muchos/as que se podrían encontrar con lo que ella cuenta de esta fabulosa manera. En fin, cuando la soga revienta, la tierra reverdece.  

The Cotton Ceiling: One woman's story / El techo de algodón: historia de una mujer. Por Sue Donym.   https://grahamlinehan.substack.com/p/the-cotton-ceiling-one-womans-story  

 

Recuerdo mis días universitarios estudiando periodismo que parecen lejanos y, a decir verdad, ya son, y con 18 años una amiga me da algo que ella dice explica el género. Es El género en disputa (Gender Trouble) de Judith Butler. He escuchado hablar de este libro. 

La gente lo considera la Biblia. Con ansia abro el libro e intento leerlo. No le veo pies ni cabeza. Llego a la conclusión de que apenas soy inteligente o no lo bastante versada para entender la revelación religiosa. 

Llego a la página sesenta antes de rendirme, las constantes menciones de 'althusseriano' y 'estructuralista' y 'reificación' finalmente me vence. No creo que para nada algo del libro haya conseguido alojarse en mi cabeza. 

Le devuelvo el libro a mi amiga y luego finjo ante todos los que me rodean que he leído el libro. Nadie se da cuenta. Cuando me hago mayor, me doy cuenta de que todos hicieron lo mismo. 

En mi último año gané las elecciones para la Junta estudiantil. Tengo el honor de representar al colectivo 'LGBT'. Estoy orgullosa. No tengo idea de que estoy parada en un acantilado, la tierra debajo de mí se desmorona poco a poco. Entierro mi cabeza bajo la arena a medida que mi posición es cada vez más precaria. 

Me reúno con el personal docente a lo largo del primer semestre. Leí la estrategia. De repente, 'LGBT' ha mutado. Es 'LGBTQI+'. 

No sé qué significan la Q y la defiendo, y mucho menos ese símbolo de suma, según parece, Mengele. Se supone que soy la experta y todas estas personas de mediana edad me miran para explicar el lenguaje de los jóvenes, lo que es peor todavía. Yo, la supuesta juventud. 

 Salgo al paso usando esta inesperada nueva sigla y luego googleo sigilosamente en la reunión. Significa 'Queer' e 'Intersexual', y el signo más aparece como un sello decorativo. 

Me pregunto qué cubre la Q que no cubre 'LGBT', y mucho menos el maldito signo más, y me pregunto por qué es preciso incluir 'intersexual'. Hablan con entusiasmo sobre cómo todos tienen un género. 

Hay mujeres con penes, hombres con vaginas. El género se entiende cómo te autopercibes. Retuerzo lo mejor que puedo mi mente en torno a esta forma de pensar. 

Un hombre es alguien que se comporta como un hombre y una mujer alguien que se comporta como una mujer. Esa es la definición funcional que tiene, si bien se cubre con frases como 'se identifica como'. 

No reflexiono mucho. No puedes. Se ha dicho que esto así es, como siempre ha sido, pensar otra cosa es, en realidad, que estás reproduciendo el kiriarcado, una y otra y otra vez, y asientes y lo aceptas, ya que se ha dado esta serie de hechos y te han dicho que des el visto bueno. 

La pseudociencia lo justifica. La gente habla de 'escaneos cerebrales' y 'mapa corporal equivocado' y 'géneros autóctonos'. Todo son chalauras hipotéticas, pero todo el mundo está de acuerdo con eso. 

Cuando no puedo realizar las contorsiones cognitivas, simplemente no reconozco la evidencia contradictoria. Hacerlo sería saltar de un acantilado al abismo. Es algo reflexivo, inconsciente y su origen está en el instinto de supervivencia. 

Todo el mundo acompaña. Soy una blandengue, así que lo acepto y sigo adelante. Tengo 22 años y no conozco nada mejor y quiero confiar en las organizaciones que dicen que se preocupan por mis intereses. 

Parte de mi rol en la Junta estudiantil fue brindar atención pastoral a los estudiantes en el centro LGBT de mi universidad. Para cuando llegué allí se convirtió en el Centro LGBTQI+. Me considero relativamente estable y equilibrada, perfecta para ayudar a 'mi gente'. 

Muchos de los que vienen a verme tienen problemas muy normales. Charlo con el profesorado sobre no ser homófobos, me reúno con profesores sobre temas LGBTQI y asisto a interminables aburridas reuniones de la Junta estudiantil llenas de jóvenes demócratas hablando de forma pomposa sobre su importancia en el futuro. 

Cada vez son más los que vienen a hablarme de temas trans. Paseando por el centro un día, alguien asume que soy un 'hombre transgénero pre-hormonación'. Cuando los corrijo y digo que soy una lesbiana marimacho, de repente, se vuelven hostiles. No sé por qué, pero me ofende hasta el tuétano que se asuma que soy un hombre. 

Más y más de mis compas marimachos de buenas a primeras comienzan a declararse como 'verdaderos hombres'. No quiero pensar en esto. Se supone que no debes pensar en ello, o cuestionarlo, solo aceptar, afirmar, reconocer y adular su nueva autenticidad hallada. 

Recibo un nuevo paquete de panfletos de una organización de caridad LGBT, los abro y, válgame, descubro que yo, simplemente definida como 'marimacho' (¡olvídate de la lesbiana!), ahora, al parecer, soy 'trans' y estoy bajo el 'paraguas trans'. Digo que esto es ridículo, y en voz alta. Alguien me echa a un lado para preguntarme por qué soy tan transfóba. 

Me reúno con un grupo de caridad. Tienen a esta chiquilla en el personal que se declara 'no binaria' y usa pronombres 'elle/le'. Ella no me parece homosexual y toda su esfera de 'LGBT' parece olvidar las tres primeras letras. Asume que soy una transmaculina. 

Cuando le digo que soy lesbiana, me pregunta '¿estás segura? Quizá cambies de opinión'. Entonces empieza a hablarme de su novio. Me pregunto por qué esta chica heterosexual con el pelo teñido me está diciendo qué hacer en temas homosexuales. ¿Qué le da derecho? 

Al final de la reunión, alguien que conozco del grupo de caridad me dice que 'Aiden' está molesta porque olvidé sus pronombres. No me había dado cuenta. Le digo que esta Mariliendre teñida me dijo que cambiaría de opinión sobre ser lesbiana. Él dice que eso no es excusa para meter la pata con los pronombres de Aiden. 

La próxima vez que me encuentro con Aiden sigue llamándome 'él'. Se altera cuando me cabreo con ella. La presidencia del Cuerpo Estudiantil me envía al día siguiente un email para sírvase explicar sobre el disgusto de Aiden. 

Un día en el centro, entra un hombre con un vestido. Eso mismo pensé yo en mis ideas sin filtro, antes de que la disonancia cognitiva se activara. Pero mi encontronazo con Aiden me enseñó algo importante, tener la boca cerrada. 

El hombre usa ~los pronombres mágicos~, 'ella/la', y esto significa que es una mujer. Se viste como un putón verbenero y declara que él es lesbiana. Dice que es un transfemenino. Pero Chloe es diferente a todos los transfemeninos que había conocido. 

Ellos se definían como 'hombres homosexuales que han llegado muy lejos', te contaban historias hilarantes, mis compinches de bar, discutían sobre 'cuando Madonna se volvió mala', discusiones que se convertían en duelos de bolsos al alba. 

Muchos de ellos eran mayores y muchos de ellos tenían historias de supervivencia en un mundo homófobo, sobreviviendo al SIDA, clientes peligrosos y la alegría que tienen ahora, que los derechos de los homosexuales habían llegado a alguna parte. 

Este hombre era muy diferente a ellos. Se me ponen los pelos de punta cada vez que trato con 'Chloe'. Requiere un esfuerzo consciente para asegurarme no joder sus pronombres, puesto que mi cerebro dice que es 'un jodido hombre', pero mi disonancia cognitiva en torno a la situación y mi sentido de supervivencia sabe que si no llamo a este hombre una mujer yo estaré en problemas. 

He visto los resultados: 'Chloe', los dos metros de altura de 'Chloe', gritando a otro transfemenino, Clara, de la mitad de su tamaño, por decir 'tú eres un hombre, cariño'. El mismo Chloe me exigió que le prohibiera el paso. Me negué. 

Clara deja de venir al centro. Le pregunto por qué y me dice 'esos majaderos travestis no son como nosotros'. Clara jamás volvió al centro. 

Ninguna de estas ideas está consciente acerca de los pronombres de Chloe. Me siento culpable cada vez que mi mente usa los 'pronombres incorrectos'. 

Tengo la cabeza enredada, algo que no habría considerado un estudiante de primer año apareciendo en el centro con el fin de echar un polvo, yo intentando sonreír y aguantar a este tipo. Él logra que cada conversación sea incómoda. Nos relajamos cuando se fue y solo había homosexuales en la sala. 

De repente, mis colegas heteros comienzan a preguntarme si "me acostaría con un transfemenino". Intento tomármelo a cachondeo. Un amigo se vuelve muy insistente y cuando le digo que no consideraría a alguien con pene, comienza a preguntarse si mis preferencias están 'enraizadas en la intolerancia'. Le pregunto si él se acostaría con un transfemenino. Me dice que no, que preferiría una mujer que pueda tener sus hijos. Sonrío y asiento, y cuando termina la conversación, salgo de la habitación cagando leches. 

Chloe conversa a fondo acerca de sus inclinaciones sexuales. Ataduras y cuero y 'ser un dominatriz'. Chloe nos cuenta sobre su poca suerte en las aplicaciones de citas para lesbianas. 

Me reservo que me configuré un buen filtro para filtrar a 'los travelos'. Tampoco le digo que un grupo de mujeres y yo nos habíamos burlado de hombres como él en aplicaciones de citas para lesbianas, intercambiando capturas de pantalla y bromas del Silencio de los Corderos. 

Pronto hay más Cloes y menos mujeres. 

Todos comienzan a hablar sobre el comunismo radical, sobre 'el trabajo sexual es trabajo', 'apropiación cultural' ' y sobre 'TERF' y lo asquerosas que son. Uno de ellos me explica detenidamente por qué no debería leer ninguna obra feminista de los 70, pues odiaban a los transfemeninos... y yo no quería odiar a los transfemeninos, ¿no querría? 

Todos se comportan igual. Sigo recibiendo informes sobre Chloes acosando a la gente en el centro, en particular a las jóvenes lesbianas. Luego hay una afluencia de 'Aidens', mujeres heteros que se declaran hombres homos. Una de ellas me dice que me estoy 'apropiando de la cultura transmaculina'. 

Un día estoy en el centro, y miro por la ventana de mi oficina. Hay una decena de personas sentadas en el área común conversando animadamente. Me doy cuenta de que ninguno es lesbiana o gay en el sentido real de la palabra. 

Me siento incómoda pero no puedo expresar bien por qué me siento tan disconforme. Uno de los Chloes llama a mi puerta. Llleva un top rosa y una falda tubo. Me recuerda totalmente a Buffalo Bill. Me invita a un café. Declino. Él pregunta por qué, ya que soy soltera. Yo digo que estoy ocupada ese día. Intenta otro día. Le digo que ese día juego al fútbol en el club. Él sigue tratando de camelarme. Finalmente prescindo de la amabilidad y le digo que él no me interesa. Él me grita que soy transfóba y se va. 

Unas horas más tarde, mi teléfono revienta. Sus amigos llamándome transfóba por no estar interesada en él. Es sólo una cita, dicen. Un cafecito. Quizás te guste, no lo sabes. Tu última novia vestía igual. Necesitas desaprender tus preferencias genitales. Pienso que mi última novia era 30 cm. más baja que él y tenía coño, pero no digo nada. Ignoro los mensajes. A él se le permiten límites, a mí no. 

Estoy en una clase. Es sobre historias sexuales, una clase que cogí para ampliar mis horizontes de mi licenciatura en periodismo. Trato de no pensar en el préstamo estudiantil que tendré que asumir. Por extraño que parezca, es quizás la primera bofetada a las contorsiones autoimpuestas de mis ideas. 

El profesor comienza su ponencia afirmando que la orientación sexual es, a decir verdad, una construcción social. 

Explica que la palabra 'homosexualidad' no existió hasta el siglo XIX y, por lo tanto, los homosexuales son una creación de la sexualidad victoriana represiva. Esta teoría me parece rara. Había crecido en la era de 'naciste así', desde luego, pero mi homosexualidad parecía biológica, instintiva, fundamental a mi manera de ser. Una poderosa atracción por las mujeres me llegó tan natural como respirar, ver o tirarme un pedo de manera inapropiada en la segunda cita. 

Con todo, aquí estaba este hombre diciéndome que, en realidad, mis percepciones eran meras construcciones basadas en mi entorno. Me pareció extraño. Alguien de la clase, muy conocido por hacer preguntas, levanta las manos y pregunta sobre los romanos — ya sabes, es estudioso de los clásicos y señala que los romanos sabían de los homosexuales. 

El profesor con seriedad informa que, en la práctica, los romanos eran conscientes de un 'comportamiento' y que como 'homosexual' como palabra no existía en esa época entonces no había homosexuales. Solo comportamientos que codificamos y entendemos sobre una base cultural. 

Esto lo entendí menos. Tenía incluso menos sentido que cuando alguien me preguntaba por las personas trans. El profesor señala que 'las personas trans siempre han existido'. Sin embargo, los homosexuales fueron ideados por los primeros sexólogos, más que por su propia definición, ¿tenía que haber heterosexuales que nos crearan, tal como otros, primero? 

Estoy aquí sentada con algunos colegas homosexuales, y uno de ellos se queja del enfoque en los asuntos transgénero cuando aún no tenemos el matrimonio entre personas del mismo sexo a nivel federal. Hablamos acerca de nuestros espacios que desaparecen y digo que a veces soy la única lesbiana entre treinta personas sentadas en el centro de estudiantes LGBTQI+ (había sido renombrado). Lo pienso en términos de echar un polvo, porque de repente todas las 'lesbianas' del centro tenían penes. Sucedió tan rápido que era fácil de notar. Fui a un grupo de lesbianas y resultó una fiesta de salchichas. Me inventé una excusa y me largué. Los Chloe llegaron y las lesbianas se fueron. 

Me siento permanentemente incómoda, observada, que se me quedan mirando fijamente, envidiada. Todos los Chloe hablan sin remilgos largo y tendido de sus genitales y de la violenta pornografía y eso me hace sentir grosera y sucia, y la mayoría de ellos empiezan a darme tirria. 

Posteo en mi Tinder que no me gusta el pene. Me conecto al día siguiente para descubrir que mi cuenta ha sido bloqueada. Tinder nunca me da una respuesta clara de por qué me banearon. 

Termino mi mandato en la Junta estudiantil. No me postulo nuevamente. soy mayor. Termino mi carrera y me voy al mundo real. 

Uno de los Chloes toma mi lugar como 'representante de estudiantes LGBTQI+'. Es el que trató de tener una cita conmigo. Me hace sentir incómoda durante todo el traspaso. Estoy mal a causa de que destruirá todo por lo que trabajé. 

Voy a un bar gay con unos amigos. Pero cuando llegamos nos sentimos los únicos homosexuales en todo el puto bar. Está lleno de gente de pelo teñido. Un hombre con vestido trata de trajinarme y cuando me doy la vuelta y le digo no, me llama 'transfóba con los transfeneminos'. 

Cuando afirmo que soy una lesbiana marimacho, la gente me pregunta si soy una 'TERF'. No sé qué es una 'TERF', aparte de que las 'terfs' son malas. Me han dicho que las terfs son malas así que tiene que ser cierto, ¿no? 

No quiero ser una mala persona. Trato de ir a otras actividades gay y de golpe estoy en minoría. Algunas viejas lesbianas, algunos gays y yo nos amontonamos en un rincón de los espacios que una vez llamamos orgullosamente nuestros, mientras Chloes y Aidens los declaran propios — y lo que es peor, que son como nosotros. 

Es desconcertante, ya no los siento como espacios seguros. Poco a poco, todos dejamos de ir. No había gente gay en el espacio gay. Tengo una amiga lesbiana. Me contó emocionada de una primera cita. Ella lo conoce en una excéntrica cafetería. Es un transfemenino el doble de su tamaño. Cuando le dice al transfemenino que no está interesada, se les va la olla en la cafetería, la llaman intolerante transfóba y gritan y gritan y amenazan con pegarle. 

Ella me lo cuenta porque sabe que no soy una chismosa, pero ella no puede decirlo en público. Será transfóba. Así que se lo come con papas y este hombre puede seguir abusando de las mujeres que puedan creerse a salvo, engañarlas, coaccionarlas y abusar de ellas. Decir lo contrario te cuelga el sambenito de terf. Y las terfs son malas. ¿Por qué las terfs son malas? No preguntes, solo acepta que las terfs son malas. Las terfs lastiman a los hombres transfemeninos y no querrías hacer eso, ¿cierto? 

Al final, mi amiga se entera de que su cita se lo ha hecho a alguien más. Escribe un vistoso post diciendo que no debes ocultar datos importantes sobre ti en los sitios de citas. 

La llaman terf por decir que 'las lesbianas no tienen rabos', y que ser verbalmente abusada en público fue la respuesta racional de una persona oprimida a la opresión. Es una letra escarlata y ella está marcada con ella. 

Soy una gallina y no hablo en público. Me odio. Estoy pensando en mis perspectivas personales y no en mi amiga, y no en mi gente. En vista de que si hablo puedo despedirme de la carrera con la que sueño. Me da pánico que me marquen en la frente esa letra escarlata. Le digo a mi amiga en privado que la apoyo pero no me atrevo a decirlo en público. No me atrevo a hacer preguntas. 

Un día, estoy en Internet sin hacer nada útil en el trabajo. He escrito suficiente ejemplares para cubrir mi culo durante las próximas semanas. Espero hasta que mi jefe se vaya por la tarde y espero pasar el resto del día sin comerme el tarro. 

Veo una publicación en un grupo de estudiantes LGBTQI+ en Facebook. Me he olvidado de salir. Es una publicación de troll, que, según comentan, es 'retórica terf'. 

El enlace sigue ahí y los comentarios estallan reunidos en una indignación teatral. Hago clic en el enlace. Me encuentro riéndome de la descripción de 'hombres travestidos'. Para estas 'terfs', un hombre tiene pene y una mujer tiene vagina. Cualquiera que diga lo contrario es un jodido papanatas. Parece algo tan obvio. Quiero decir, en fin, ¿qué es una mujer? No parece malvado, perverso o malo. Parece... sensato. 

Descubrir más sobre esta nueva forma de pensar se hace adictivo. Sigo deslizándome en mi teléfono. Siempre me ha gustado leer a la gente siendo muy crítica con cualquier cosa y ahora tengo una fuente inagotable articulando cosas que sabía instintivamente pero que no pude encontrar palabras para verbalizarlas, nunca pude encontrar el coraje para expresar con palabras. 

Me pregunto si me estoy radicalizando — me pasan por la cabeza imágenes de ISIS radicalizando a soldados a través de Internet. Si bien todo parece tener mucho sentido. Ya no retuerzo mis ideas en torno a los deseos de los demás, sino que pienso libremente, observando, sin tapujos, sin miedo. 

Sentí como si mi mente se hubiera liberado de las cadenas; encadenamiento impuesto hace tantos años cuando esa ingenua chavala de 18 años quería tener sexo intentando leer El género en disputa. 

La porquería en mi mente se desatascó despacito. Mi forma de pensar cambió de improviso. Ya no estaba negando lo que mis ojos vieron frente a mí. No, ahora veía las cosas como eran. No hubo más distorsiones en mi forma de pensar. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí con la cabeza despejada. 

Uno de los enlaces en los que hice clic en mi danza fue un enlace del artículo del Dr. Ray Blanchard sobre 'autoginefilia'. Lo leí y, por fin, tuve una explicación. 

Homosexuales y transexuales. Y 'autoginéfilos'. Los dos tipos de su famosa y controvertida tipología. 'Autoginéfilos': hombres que tenían un fetiche sexual por 'ser una mujer', un fetiche por un alter ego femenino, un fetiche por nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestras almas, nuestras experiencias. Todo reducido a carne de cañón para algún zopenco. 

Explicaba por qué estaban tan desesperados con que las lesbianas salieran con ellos. Nos necesitaban para validar su fetichismo sexual. Nuestras vidas y experiencias, nuestros espacios, nuestras aplicaciones de citas, nuestra cultura, nuestros medios, nuestras website, cada respiración, en lo que respecta a ellos, debía centrarse en validarlos. Ya que, de lo contrario, ¡el castillo de naipes cae! 

¡Estos hombres heterosexuales no podrían hacerse un pajote con sus fantasías de 'ser lesbianas'! No éramos personas, éramos personajes no jugadores en su videojuego. Actrices en pornografía, extras en una película donde ellos eran los protagonistas, y nosotras fuera del guión. No éramos gente completamente formada con nuestros propios deseos, éramos cosas, objetos, utilería. Todo el movimiento homosexual, desde las lesbianas hasta los gays pasando por los transexuales homosexuales, reducido a nada más que atrezo en la fantasía sexual de algún hombre heterosexual. Eso es todo lo que éramos para ellos, a fin de cuentas. 

¡¿Y se esperaba que yo lo aceptara?! ¡¿Se esperaba que todos estuviéramos de acuerdo?! No sólo eso, yo había estado allí. Yo había abogado por esto. ¿Qué había hecho? 

Cada momento que te aproximas, cada momento que comienzas a pensar que algo no está bien, comienzas a sentirte un poco gilipollas. Por supuesto, esto es guay. Todos me lo dicen. Los medios de comunicación, la sociedad, la gente que te rodea. Ni una sola voz expresa preocupación. Cuando las tienes, no dices nada, pues nadie más lo está y porqué eres un pusilánime. 

Te sientes un poco estúpida porque esto es estúpido. Decir que algunas mujeres tienen pene es una estupidez. Sabes que es una estupidez desde el momento en que esa frase estúpida sale de tu boca hasta el momento en da vueltas por tu lengua, hasta el momento en que tus nervios envían la señal a tu laringe para que haga los movimientos necesarios para producir el sonido. Pero, piensas, no eres estúpida. 

No eres tonta, cuando alguien dice 'las mujeres tienen cromosomas XY', o que está genial que un hombre en el equipo de atletismo de la universidad se identifique como mujer y ocupe un lugar en el equipo de atletismo femenino. Sabes que eso no está bien. pero los demás están de acuerdo, y no eres tonta, y no deberías sentirte tonta puesto que todos dicen que esto es lo correcto, el lado correcto de la historia, hacer lo correcto por una minoría oprimida, así que sigues acompañando. 

Te acojona darte cuenta de que eres idiota. También lo son todos los que te rodean. A nadie le gusta que le hagan parecer idiota, a nadie le gusta darse cuenta de que le vendieron un montón de embustes siendo una ingenua de 18 años que buscaba a otras personas homosexuales. 

Y nadie te toma por idiota. Y así continúa la danza, todos demasiado asustados para admitir que, tal vez, todos somos imbéciles, creyendo en algo físicamente imposible, no diferente al predicador embistiendo en la megaiglesia con nuestros propios cánticos, nuestra propia fórmula mágica, conocimiento ritual y la capacidad de nacer de nuevo. Somos listos. Somos liberales. Estamos en el lado correcto de la historia. No podemos estar creyendo en algo que no está respaldado científicamente. Somos más inteligentes que eso. No somos imbéciles. 

Y cuando ya es demasiado, y te deslizas hacia el borde del precipicio, el precipicio del que puedes ver el fondo, el precipicio del que sabes que no puedes regresar, te alejas. Habida cuenta de que repasarlo sería admitir que te han tomado el pelo. A nadie le gusta ese sentimiento, la vergüenza, el bochorno, el horror, el miedo. Lo que está al otro lado de ese acantilado es el exilio, una letra escarlata, el miedo y el odio y las desagradables mujeres que solo quieren ver muertos a los transfemeninos. 

Lo que hay más allá de ese precipicio es la comprensión de que han sido utilizados. Ha sido utilizado por algo más grande que tú mismo, para presionar que medicalicen a la infancia. Has sido utilizado por hombres heterosexuales para ser parte en su fetichismo sexual sin tu consentimiento. Toda tu comunidad, de la noche a la mañana, se convirtió en un atrezo de portagayola para un hombre heterosexual y te dijeron que objetar era 'transfóbico'. 

Te han usado para difundir la homofobia más allá de tu comprensión, para participar en la destrucción de tu propia comunidad, y te dijeron que eso era correcto y bueno. Para darse cuenta de esto, reconocerlo, seguir adelante y tratar de construir algo mejor, eso requiere un auténtico carácter firme. 

Darse cuenta de esto, negarlo y enmascararlo, eso puedo entenderlo. Yo también fui una vez cobarde. Yo tampoco quería creer lo que mis ojos me dijeron que estaba frente a mí. Ese acantilado es aterrador y saltar en apariencia no es más que muerte social. 

Pero llegado el caso algo te empuja sin tu permiso. Te das cuenta de que te han tomado el pelo dado que finalmente ocurre algo tan injustificado que debes hacerlo. Incluso los cobardes más grandes al final serán arrojados por el precipicio. La música parará y el baile acabará, y después de todo sentirás la vergüenza, el bochorno, el horror, el miedo, la culpa. Puesto que a nadie le gusta que lo tomen por tonto. Quizá, entonces, sea mejor ponerle fin a esto ahora mientras todavía te queda dignidad por defender.

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