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Safety in genders. Tasmania has banned gay spaces for discriminating against "gender identity". by Edie Wyatt. 23/01/2022.
Seguridad de géneros. Tasmania ha prohibido los espacios gay por discriminar a la "identidad de género".
Después de más de treinta años, un hombre ha confesado el asesinato homófobo de un estadounidense llamado Scott Johnson en las playas al norte de Sydney en 1988. El crimen, que en un principio se tomó como suicidio, ha llevado a su hermano a Australia un sinfín de veces en su larga lucha por la justicia. Johnson fue asaltado en North Head, un lugar que es conocido como lugar de reunión de hombres homosexuales — y un blanco para pandilleros homófobos.
En mi caso, la noticia me lleva a una angustia aún impresionante por otro gay, a quien amé y destrozó mi joven corazón, también en 1988. A los 17 años, justo antes del amanecer me despertó una llamada telefónica que era reacia a responder en una fría mañana de julio. Mi querido primo Kevin, de 25 años, había sufrido una sobredosis y lo encontraron inconsciente en el suelo de la cocina de la casa de su madre, donde estaba de visita.
Kevin había intentado matarse antes en varias ocasiones, y vivíamos en constante y sensible incertidumbre con respecto a su seguridad. Su vulnerabilidad fue un tema de conversación familiar durante muchos años, en parte porque el SIDA ocupaba un lugar destacado en la conciencia pública y de pánico en los 80. Kevin era el mayor de los hijos de mi tía y yo la menor de los hijos de mi madre, así que adoraba a este chico tan guapo como lo hubiera hecho cualquiera. No solo era atractivo, sino listo y divertido. Kevin me enseñó sobre el estilo, el sarcasmo y el valor de una interpretación dramática para convencer a una sala. La tristeza que repaso hoy, no es solo por el afecto que le tenía a mi primo, sino en ese recuerdo de la violencia que fue parte de nuestras vidas cuando éramos críos, que fue parte de su vida como hombre homosexual y que se cernía en la cultura en Australia en los años de su fallecimiento.
Mi amigo Brad (ya a sus 50 años) es de Sydney y recuerda los años en que "patear a los homosexuales" era una afición de los jovencitos en Sydney en los 80. Brad me contó que en su zona costera de Sydney, los hombres se convertían en blancos por andar merodeando por los baños, objetivo manifiesto de sexo con otros hombres.
Estos gays se consideraban peligrosos para la seguridad pública por los hombrecillos, quienes se encargaron por su cuenta de proteger a la sociedad de ellos. Brad conocía a unos hermanos que habían sido encarcelados por dar una brutal paliza a un chaval homosexual. Le pregunté a Brad qué sabía de aquel gay. Me dijo que lo habían identificado a nivel local por rondar los baños y hacer señas a otro hombre de que estaba disponible para sexo.
Es difícil explicar la atmósfera de temor que existía en aquellos días en torno al SIDA sin remitirse cómo la gente percibe hoy día a “los no vacunadas”. Había una repugnancia generalizada, no solo por el SIDA como enfermedad, sino por aquellos que incurrieron en comportamientos que los pondrían en riesgo. El temor no era sólo por los hombres que estaban siendo infectados por la “plaga gay”, sino de igual forma debido a que los hombres heterosexuales se les pedía que cambiaran su conducta, como resultado de lo que consideraban la conducta aberrante de una minoría.
La actitud neoconservadora respecto al sexo en los 80 estaba poniendo a prueba la atmósfera de "amor libre" de los 70, que atendía en exceso los deseos sexuales de los jóvenes heterosexuales. Es fácil ahora mirar en retrospectiva y tachar al ambiente de "homófobo", pero el miedo y la repulsión en torno al SIDA en los 80 no era solo moral, era lo más cercano a una histeria colectiva que he conocido hasta hoy.
En cambio, para nuestra familia, el miedo por nuestro querido Kevin no era solo por la violencia que lo rodeaba, sino por la furia de aquello que parecía odio a sí mismo. Durante años culpé a la “sociedad” y a la falta de aceptación de la homosexualidad. En realidad, Kevin terminó con su vida por una compleja gama de razones, y mi rabia por la agresión sexual de los hombres que había sido una característica de todas nuestras vidas fue un blanco fácil para mí insaciable "¿por qué?".
Scott Johnson fue víctima de la violencia de los hombres y la homofobia, pero debemos tener en cuenta la coyuntura cultural y material que puso en peligro a tantos homosexuales en los 80 y ahora. Los hombres homosexuales, al igual que las mujeres, tienen exigencias materiales y culturales para protegerse de la violencia de los hombres, y estos dos aspectos no están desvinculados.
En el feminismo crítico del género, con frecuencia argumentamos que si definimos a “mujer” como una personalidad cultural en lugar de una entidad biológica, le arrebatamos la capacidad de poner límites legales en torno a su cuerpo y sus espacios. Así ocurre con los hombres y mujeres homosexuales.
En Tasmania, el sexo ya no es una característica protegida. Tasmania Equidad (Equity Tasmania) ha decidido que reuniones exclusivamente de personas del mismo sexo es discriminación contra la "identidad de género y variaciones en las características sexuales de intersexuales". Sarah Bolt, la Comisionada Contra la Discriminación de Tasmania, ha dicho que ni siquiera puede entender cómo es posible que las lesbianas determinen el sexo de otra persona “sin preguntas intrusivas”. Una se pregunta cómo las mujeres y los hombres homosexuales siquiera se convirtieron en blancos de la violencia, cuando fijar el sexo de una persona es una guisa tan compleja e intrusiva.
Dennis Kavanagh de Red de Gays (Gay Men’s Network) en Reino Unido me dijo que los espacios exclusivos para personas del mismo sexo atraídas por el mismo sexo son "lugares de seguridad básicos" para hombres y mujeres homosexuales. Aparte de la seguridad física, en plano cultural son lugares de "liberación". Kavanagh dijo que los espacios gay no son solo clubes o pubs, sino zonas para "hacer crecer nuestra cultura, forjar vínculos y darnos un respiro del mundo heterosexual que nos envuelve."
Si los espacios gay continúan siendo redefinidos por la ideología de género, los hombres y mujeres homosexuales no dejarán de reunirse; tan sólo perderán la capacidad de congregarse de manera segura y legal. Se enfrentarán de nuevo a una mayor inseguridad de alienación social y violencia so pretexto por la ignorancia de la clase dominante.
La violencia de los hombres no es tan compleja como para demandar un detallado análisis sobre los motivos ocultos de los corazones humanos y los espectros de género; es brutal y primitiva y comprendida del todo por aquellos de nosotros que hemos estado sujetas a ella. No voy a entrar en batalla por los hombres homosexuales, sino que intento enviar una carta con el corazón destrozado de los 80. Me gustaría participarles que no somos mejores de lo que éramos entonces; ni siquiera estamos más a salvo. De hecho, estamos apartando la capacidad de hombres y mujeres homosexuales para protegerse contra la violencia de los hombres y desencadenado el tipo de ignorancia sobre sexo, sexualidad y género que condujo a las derrotas sociales y legales del pasado. Quizá no podríamos haber salvado a todos los hombres homosexuales que perdimos por el SIDA, asesinatos y suicidios en los 80, pero debemos ser honestos en cómo los perdimos.
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