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October 27, 2016. Legal Sex: Exchanging the Truth of Sex for the Lie of Gender. By Daniel Moody.
Sexo legal: canjear la verdad del sexo por la mentira del género.
La ideología de género desestructura sexo en la legislación. El problema no es sólo que en este momento se pueda elegir nuestra identidad legal, sino que ahora solo podrán ser elegidas.
El 9 de mayo de este año, la Fiscal General de los Estados Unidos, Loretta Lynch, tras un atril, en Washington, DC, intervino en una rueda de prensa sobre el transgenerismo. Ella ha dicho algo con lo que estoy de acuerdo. Dijo: "Nadie puede atenerse cuando un Estado suscriba el asunto de legislar la identidad e insiste en que una persona pretenda ser algo o alguien que no es”.
Bien, cuando digo que estoy de acuerdo con Lynch, me refiero a lo siguiente: habría empleado las mismas palabras que ella. Es solo que las habría usado para decir algo muy diferente. De hecho, aparte de sus palabras, discrepo con todo lo que dijo. Este ejemplo de falla de comunicación ilustra los tiempos de rupturas en los que vivimos. Cuando uso la palabra mujer, lo hago de una manera fácilmente comprensible, expresión de algo en particular. Cuando Lynch emplea la misma palabra, lo hace para indicar, pues, algo diferente. Por desgracia, la fiscal general y yo somos dos personas divididas por un idioma común.
El espinoso camino de lo radical a lo convencional tomó unos cincuenta años para la conducta del mismo sexo. Para la “identidad de género”, el camino se puede medir en meses. El transgenerismo ha inundado nuestra sociedad con tanta rapidez que ha habido poco tiempo para comprender lo que es, y mucho menos para reaccionar ante su contenido y efectos. No ayuda que la terminología conexa cambie por siempre, con definiciones laberínticas retorciéndose fuera del alcance de la razón. Presumo que esa es la intención. Necesitamos mucho de un terreno elevado y firme en la que sostenerse y comprender. Si deseamos avanzar hacia las definiciones metamórficas y llegar al fondo de la cuestión, necesitamos saber tres cosas: ¿Qué es el sexo? ¿Qué es el género? ¿Y cómo se relacionan la uno con la otra?
Sexo como Totalidad.
Un aspecto del sexo es que existe como una forma de totalidad. Podemos demostrar esto observando la relación entre las partes y el todo. Un coche inicia su vida como una reunión de piezas — motor, puertas, y todo lo demás — que luego se arma para formar un coche entero. En cambio, en una realidad natural como el cuerpo humano, la relación entre partes y todos es inversa. John, que es un hombre, empezó la vida como un todo —una célula — que genera las partes de su cuerpo. Pero, ¿a qué parte (o partes) pertenece la palabra “sexo”? ¿Qué pasa con John que lo hace hombre? No pueden ser sus genitales, puesto que puede perderlos en un accidente y seguir siendo hombre. ¿Hay otro postulante? ¿Su nariz? ¿Dedos del pie? No. Con todo, John sin duda es hombre. Así que dónde se encuentra la condición de varón de John?
Para responder, utilicemos de nuevo el ejemplo de un coche. Un motor es parte de un coche. Podemos decir que el coche tiene un motor. Pero no podemos decir que el coche tiene transporte ¿Por que no? Porque 'transporte' es la palabra que usamos para indicar a la esencia de un coche como un todo. Como tal, tenemos que decir que un coche es un transporte. La trasporti-dad no está situado en algún lugar justamente a causa de que puede estar en cualquier lugar. Dado que la condición de varón no se ubica en ninguna parte de John, solo hay un lugar donde se puede ubicar: en todas partes.
Podemos decir que John tiene nariz, ya que su nariz es parte de su cuerpo, pero no que tenga un sexo. Solo podemos decir que John es hombre, ya que sexo es la palabra que utilizamos para indicar la esencia del cuerpo de John como un todo. Al comenzar la vida como un todo, y concibiéndose hombre, cada parte de John indisolublemente también es hombre. Esta totalidad se extiende necesariamente e incluye las ideas de Juan. Por supuesto, no podemos tomar una muestra de ADN de la mente de John, pero es verdad que la mente de John es la mente de una persona que es hombre. No importa si está pensando "Tengo calor", "Tengo frío", "Soy hombre" o "Soy mujer", los pensamientos de John son los pensamientos de un hombre.
Nuestra analogía coche/cuerpo también puede ayudarnos a comprender la naturaleza del sexo en sí mismo. Al ser una forma de transporte, un coche es ese tipo de cosa que, en principio, puede circular en el espacio (de un lugar a otro). De manera similar, al ser sexuado, John es algo así que, en principio, puede seguir adelante en el tiempo (de una generación a la siguiente). La posibilidad de hacer (actos sexuales/procreación) depende de la anterior realidad del ser (cuerpo sexuado). Y como la procreación sólo es posible a través de la diferencia sexual, cada sexo puede definirse sólo en términos del otro.
En combinación, totalidad y diferencia nos muestran que sólo hay dos maneras relacionales y fundamentales de ser humano: como hombre y como mujer. Esto hace que la diferencia sexual sea una “diferencia diferente”. Es la primera y mayor diferencia de la humanidad. Todas nuestras otras diferencias — edad, color de piel, etc. — residen "dentro" de la diferencia sexual, ya que cada una de ellas solo puede encontrarse en cada uno de los sexos. Hay hombres blancos jóvenes, mujeres negras tercera edad, etc., pero no hay hombre-mujer ni mujer-hombre. La edad y el color de la piel son aspectos de una persona; el sexo es el diamante del que estas otras cualidades son aspectos. Huelga decir, entonces, que nuestra identidad legal fundamental debe ser nuestro sexo legal — una aceptación legal del sexo que somos.
¿Qué es el género?Si esto es sexo, ¿qué es género? En este punto, por un instante necesitamos apartar la mirada del cuerpo y consultar las leyes hechas por los hombres. Según el estado, nuestra identidad de género es algo que se puede cambiar ("reasignar"). Por lo demás, esto se puede hacer sin cirugía, inyecciones de hormonas o diagnóstico. A decir verdad, el criterio para la reasignación de género parece ser que no hay criterios. Si John desea convertirse en "mujer" (en la jerga de Lynch), es un mero cambio de opinión. El sexo, dice el cuerpo, es físico y dado, mientras que las identidades de género, dice el estado, son inmateriales y elegidas.
Se descubrió el pastel, el estado el día de hoy considera que nuestra identidad legal fundamental no es el sexo sino la identidad de género — por ende el permiso legal para usar cualquier baño. El problema debería ser de inmediato perceptible. Juan no puede pensar ni elegir sin ser primero, y no puede ser sin ser hombre. Su dictamen no puede “tomar la delantera” al sexo que es, del mismo modo que el motor del coche de John no puede ser “más que” el propio coche. Nada puede ser mayor que el todo del cual es parte.
La afirmación ideológica que se hace es que la percepción ha logrado reemplazar al cuerpo en Leyes. ¿Cuáles son las consecuencias de tal afirmación? Míralo así: supongamos que tenemos un diamante. Si nos metemos en la cabeza que nuestro diamante es en realidad una esmeralda, no puede haber un solo aspecto de la "esmeralda" a la que podamos señalar y decir: "Esta es (todavía) la cara de un diamante".No podemos negar la verdad del todo mientras retenemos a la vez la verdad de alguna parte de dicho todo. Si podemos negar la verdad del sexo, ¿de qué aspecto de nuestra identidad no podemos negar la verdad? Si aceptamos el género como sexo legal, igualmente debemos aceptar los muchos retoños de la ideología: trans-edad, trans-racial, y todo eso.
Entonces, ¿qué pasa con sexo? El problema en este punto es que no podemos tener dos identidades jurídicas básicas. El sexo no puede ser retenido por ley ni como un “segundo todo” ni como parte de nuestro género — ¡ninguna parte de nuestra percepción es un cuerpo! La conclusión embarazosa es que no podemos tener una identidad de sexo y de género simultáneamente. Dicho de otro modo, la ideología nos deja sin sexo en la ley. Sí, en la actualidad se puede elegir nuestra identidad legal. Sin embargo, con más exactitud, en la actualidad solo puede ser elegida. Usando las palabras de Sartre, estamos condenados a ser libres.
Al sustituir por ley la verdad del sexo por la mentira del género, adoptamos una totalidad falsa y auto-elegida, y por lo tanto mentimos sobre la totalidad de nosotros mismos. Ante la ley, ya no somos alguien. Somos "alguna idea". Con nuestro organismo invisibilizado, ya no podemos saber quién es John al echarle un vistazo. En lugar de ello, debemos confiar en escucha y lectura. El estado dice que no estamos hechos de carne sino de palabras.
Hemos saltado de "sexo significa sexo" a "género es otra palabra para sexo" a "género es diferente de sexo". Y ahora, se nos dice que debemos aceptar el último paso escandalosamente consecuente: que sexo es otra palabra para género. De cara a esta operación de canje de sexo con escrupulosidad ejecutada, nadie puede atenerse cuando un Estado suscriba el asunto de legislar la identidad e insiste en que una persona pretenda ser algo o alguien que no es.
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