viernes, 19 de agosto de 2022

Cómo negarse a orientar la sexualidad y agresividad de los menores que impulsa las políticas de identidad.

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Es a modo de arengas, del charlatán o predicador cacareando con esa melancolía porque fueron expulsados del trono y con la nostalgia de otros tiempos que fueron superiores, toda una quimera. Es parecido a un destello al Opus Dei, kikos, Legionarios de Cristo y esas instituciones referentes a la Iglesia católica. Feliz y bienaventurado beato. Si bien en la actualidad, en EEUU, con el Mayflower que transportó a los Peregrinos, los protestantes siguen siendo mayoría, pero cada vez menos. La tierra prometida, la tierra de abundancia, la cronología bíblica, la tierra será el paraíso, tierra fértil, el paraíso de Occidente, lo que sea. No cabe duda, la pesadilla de las mujeres estadounidenses, que entre republicanos y demócratas pareciera que no hubiese escapatoria. Se va del paritorio a la tumba sorteando morralla con poder. Sin embargo, son los republicanos, toda su gama y pelaje, los que se han situado con la razón, con la lógica, con la realidad científica, con las características biológicas, con la realidad biológica del sexo. Y si se escarba un poquito más, podemos comprender hasta qué punto la opinión pública se divide en dos extremos opuestos y como se abre el espacio a la tierra de nadie, la orfandad política, un problemón enquistado, abandonados estamos en tantos ricones de este mundo en una inhóspito núcleo en tanto a lo que hay en el hemiciclo, en la Cortes. 

 

How Refusing To Direct Kids’ Sexuality And Aggression Fuels Identity Politics. Richard B. Corradi https://thefederalist.com/2019/01/25/refusing-direct-kids-sexuality-aggression-fuels-identity-politics/  

Cómo negarse a orientar la sexualidad y agresividad de los menores que impulsa las políticas de identidad. 

La visión judeocristiana de la naturaleza humana no es positiva. La Biblia Hebrea dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y desesperadamente corrompido; ¿Quién puede entenderlo?” (Jeremías 17:9). 

Del Nuevo Testamento: “Porque del interior del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, la fornicación, el hurto, el homicidio, el adulterio, la avaricia, la maldad, el engaño, la lascivia, la envidia, la calumnia, la soberbia, la insensatez” (Marcos 7:21). 

El “corazón” bíblico es el registro metafórico de los impulsos y deseos humanos. El catálogo de pecados en el Evangelio de Marcos es una lista de expresiones desenfrenadas de sexualidad y agresividad. Expresar, controlar y regular la agresividad y la sexualidad es muy problemático tanto individual como grupal. La historia de la humanidad es una crónica de agresiones entre estados y naciones, y los conflictos sobre la sexualidad y su expresión han perturbado constantemente la sociedad humana. Es la principal fuerza motriz que impulsa la conducta humana, en lugar de meras expresiones de las emociones de ira y lujuria. 

Los individuos y los grupos triunfan en gran medida al dominar estos impulsos. Sin control, estas fuerzas son egoístas e impulsivas. Controladas, la agresividad y la sexualidad pueden ser productivas y satisfactorias. Todo psiquiatra puede testificar que ayudar a la gente a afrontar su agresividad y sexualidad es un enfoque importante en la psicoterapia. 

Dirigir la agresión y la sexualidad es crucial. 

El continuum de la agresividad incluye ira y la destrucción, la búsqueda del poder y la firmeza útil. Su gestión puede ser problemática en cualquier punto de este continuum. Es una fuerza estimulante que puede dispararse en la ira o canalizado como un impulso motivacional implícito de los logros en la vida 

La sexualidad de igual forma tiene una gama de expresión. El modo en que la gente percibe a aquellos por quienes se sienten atraídos sexualmente influye en su capacidad de intimidad. El continuum de la sexualidad incluye violación, relaciones sexuales sin sentimientos y relaciones amorosas. Al igual que con la agresividad, las personas pueden quedar “atrapadas” en cualquiera de estos niveles de madurez sexual. La gente a menudo busca psicoterapia a causa de que no ha podido lograr y mantener relaciones sexuales íntimas, empáticas y recíprocas. 

Sigmund Freud, cuando se le pidió que definiera la normalidad, manifestó: "la capacidad de amar y trabajar" — es decir, expresar la agresividad y la sexualidad en sus formas más elevadas y productivas. 

Echa un vistazo a la América contemporánea para ver qué le ocurre a una cultura cuando estos impulsos humanos básicos están mal formulados. El relativismo posmoderno niega los aspectos más oscuros de la naturaleza humana, en especial su gran capacidad para el mal. Negar la tensión entre el bien y el mal en cada uno (el pecado original, en el relato cristiano) desdeña nuestra humanidad y nuestra historia. El relativismo rechaza la idea de que la historia nos enseñó algo. 

Es absurdo pensar que no hay un registro histórico de sabiduría que rija el comportamiento humano — que cada generación necesite volver a inventar la rueda. Pero le hemos dado la espalda a las instituciones que en el pasado han transmitido los valores de nuestra nación, y en instituciones religiosas que han transmitido la moralidad. 

Los efectos importantes de la familia y la religión. 

Nuestra sociedad ha rechazado dos grandes verdades sobre la naturaleza humana que nos han ayudado a controlar las pasiones de agresividad y sexualidad. La primera es que la sabiduría acumulada de generaciones de familias, así como los amplios conocimientos que tenemos sobre el desarrollo emocional y mental humano, nos guían en la estructuración familiar y la crianza de los hijos. De manera similar, varios milenios de valores judeocristianos nos han proporcionado una verdad fundamental y trascendental sobre la moralidad. La familia y la religión han sido las influencias civilizadoras que han conformado la cultura occidental. La familia es la fuerza civilizadora evolutiva. Los hijos se identifican con sus padres asimilando sus actitudes, comportamientos y valores. Las personalidades de los hijos son, en muchos sentidos, mezclas de las personalidades de sus padres.

Como parte de lo que Erik Erikson, quien narró una brillante crónica del ciclo de la vida humana, llamó una "crisis de identidad", los adolescentes y los jóvenes adultos pueden repudiar temporalmente algunos de los valores paternos. Pero lo que los hijos aprenden de sus padres sobre cómo se comportan los hombres y cómo tratan a las mujeres tiende a ser duradero. Aprender cómo controlar los rebeldes impulsos sexuales comienza mucho antes de que los impulsos se intensifiquen en la adolescencia. Los hijos se identifican muy pronto respecto a cómo sus padres manejan las emociones, controlan sus impulsos, manejan su ira y expresan su sexualidad. Igualmente, las hijas se identifican con el comportamiento de sus madres y observan cómo tratan a sus padres. Encaminar la agresividad suele ser mucho menos problemático para las niñas, que no atraviesan la oleada puberal de testosterona que atraviesan los niños. 

El desarrollo de una conciencia. 

El proceso de identificación culmina en la formación de la conciencia, por la cual los hijos incorporan los valores y normas morales de sus padres. Nuestra conciencia rige el comportamiento y nos hace responsables. O sea, causa culpa. Es el supervisor el que define la identidad personal y el carácter. Constituida por la familia y la religión, la conciencia civiliza y encauza la agresividad y la sexualidad de manera productiva y satisfactoria. La religión es la fuerza civilizadora moral. Incluso los no que no acudían al iglesia compartían en general la convicción de que las verdades universales y trascendentales, ensayadas durante milenios, rigen el comportamiento humano. 

Lo que llegó a llamarse “ética protestante”, un término que refleja la profunda influencia histórica del protestantismo convencional, se convirtió en una designación no denominacional para un sistema moral que pasaba de generación en generación. Acentuó la laboriosidad y el trabajo duro (canalización madura del impulso agresivo), así como la continencia sexual y la santidad del matrimonio (canalización madura del impulso sexual).

Esta ética fue inculcada en los niños, convirtiéndose en fundamental para su sentido de sí mismos e identidad personal. Los valores religiosos conducen al desarrollo de la confianza. Erikson escribió: “Quienquiera que diga que tiene una religión, debe extraer de ella una fe que se transmite a los bebes en forma de confianza básica; cualquiera que profiera que no necesita de la religión debe extraer aquella fe básica de otro lugar”. El laicismo estadounidense está relacionado con la falta de confianza en los demás; en las instituciones tradicionales; y claro está, en los políticos y en el proceso político. 

Los jóvenes de hoy son los padres del mañana. 

Las universidades en la actualidad reflejan cómo la quiebra de los valores judeocristianos tradicionales afecta a la canalización productiva de los impulsos agresivos y sexuales. ¿Las condiciones en muchos de nuestros institutos y universidades presagian el futuro de Estados Unidos en una cultura relativista carente de valores tradicionales? La gente joven sin una identidad personal estable o una brújula moral tienen problemas cuando se encuentran con el relativismo posmoderno y el laicismo militante. 

El caos en los campus universitarios indica cuán mal preparados están muchos jóvenes estadounidenses para esto. Por lo general, los impulsos agresivos y sexuales de los jóvenes en edad universitaria están lo bastante controlados como para que puedan dirigir su energía para dominar las tareas primordiales de la universidad — desarrollar las habilidades cognitivas e interpersonales necesarias para lograr sus fines en la vida. Pero en nuestros muchos estudiantes universitarios han crecido sin convicciones no religiosas. 

Se acercan a la experiencia universitaria sin ninguna convicción de que lo absoluto y trascendente que Dios les ha dado gobiernen cosas tales como la moralidad sexual y la estructura familiar. Sin un sentido firme de identidad personal y sin un sistema de valores sólidos, son sin esfuerzo adoctrinados con la cosmovisión secular y relativista sostenida por la gran mayoría de los educadores en nuestras facultades y universidades más prestigiosas. 

Agresividad en campus universitarios. 

Los estudiantes universitarios en la actualidad aprenden que solo los estúpidos, delirantes o perversos sin remedio dudarían de la utilidad de las políticas de identidad, la "justicia social" y el multiculturalismo. En consecuencia, el discurso racional es inútil. Si se quiere preservar la modernidad, silenciar a los disidentes es el único remedio. Los jóvenes con identidades y convicciones no formadas se identifican con facilidad con la ideología de sus mentores y aprenden a aplicar las mañas de las políticas de identidad. Las opiniones disidentes se demonizan con saña. 

La lista de "deplorables" de Hillary Clinton durante su campaña presidencial ilustra esto, y su caracterización como "irredimibles" pone de manifiesto que no se razona con esas personas. En algunos campus, se ha abandonado el razonamiento en favor de gritar soflamas ofensivas a los oradores y prohibirles la entrada al campus; marchas coléricos; e incluso agresiones físicas. Esto no es solo la eliminación de la libertad de expresión, sino una expresión primitiva de agresión al nivel de las mofas, ofensas e intimidación que se ven entre los niños de corta edad presocializados. 

Sexualidad en los campus universitarios. 

En los campus, la sexualidad está tan mal controlada como la agresividad, como se refleja en las acusaciones de acoso y abuso sexual denunciadas en muchos campus. En una era de asentimiento sexual, muchos adolescentes no han añadido patrones de moralidad sexual como parte de su identidad personal. Con cualquier función in loco parentis de las universidades en este momento como un recuerdo lejano, los jóvenes inmaduros no consiguen ayuda para controlar su sexualidad. 

En cambio, los educadores luchan por desarrollar acuerdos de "consentimiento" en un esfuerzo por regir el sexo en el campus. Esto, por supuesto, tiene el efecto de pasar por alto el sexo casual. La idea de que el sexo casual es moralmente corrosivo y daña las relaciones humanas de ningún modo se imagina. Defender la continencia sexual antes del matrimonio resulta grotesco. Sin un modelo moral que exalte una relación amorosa, empática y recíproca como la máxima expresión de la sexualidad humana, no sorprende que uno de los temas que sacude a Estados Unidos y preocupa a los medios, el fenómeno Me Too, es el uso de la agresividad (es decir, poder) al servicio de la sexualidad (es decir, la lascivia). 

La relación entre política de identidad y pasiones. 

La política de identidad requiere dos componentes: un grupo oprimido (las víctimas) y el grupo de opresores (los victimarios). Los opresores son sabidos en las guerras culturales de las políticas de identidad. Son personas de fe cuyos valores judeocristianos han configurado a la cultura occidental durante dos milenios. 

Las pasiones que asisten a la moralidad sexual han sido las más persistentes, divisivas y corrosivas de todas nuestras políticas de identidad. Los principales medios de comunicación, la élite académica y una industria del ocio que medra con el sexo casual y la violencia son cómplices de destrozar la sabiduría acumulada del pasado. En esta cultura degradada, los principios básicos de la fe cristiana son vilipendiados y los creyentes son declarados fanáticos. 

La escisión siguió a Roe v. Wade hace 45 años dio origen a la política de identidad. A lo largo de los años, el conflicto entre las facciones “pro-elección” y “pro-vida” (ambos términos politizados) solo se ha encallecido y se ha tornado más ponzoñoso. 

De hecho, la sacudida sociopolítica que polariza a Estados Unidos se ha superpuesto a la agenda del movimiento de liberación sexual. Su triunfo judicial más reciente, la decisión del Tribunal Suprema Obergefell v. Hodges que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, animó la cruzada del colectivo por los derechos de las personas que se autodeclaran transgénero. Sus pilares filosóficos — la creación mágica de un nuevo estado de ser humano y la demonización de la gente de fe — todavía puede que sea un puente demasiado lejano, pero las pasiones que acompañan a la moralidad sexual han sido las más persistentes, divisivas y corrosivas de todas nuestras políticas de identidad. 

En lugar de encauzar la agresividad y la sexualidad hacia logros productivos y relaciones gratificantes, nosotros, como sociedad, las estamos dilapidando colectivamente en agravios furibundos y libertinaje sexual. 

Desde hace dos generaciones, el movimiento de liberación sexual no solo ha sido el prototipo de la política de identidad, sino que también ha avivado las divisiones raciales e incluso ha llevado a la ilusión de que una persona puede decidir de qué sexo es. Todo esto debería disponer un desenlace reductio ad absurdum (reducir al absurdo) a la fuerza destructora de la política de identidad de género, pero tendremos que ver si recobramos el juicio.

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